2 de septiembre de 2011

Sinsentido: Gafas

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Estas son más que unas gafas. Este objeto representa varias cosas más.

Estas gafas son un semáforo, porque a los que conducen carros no les interesa que no pueda ver qué tan cerca están de mi vulnerable cuerpo.
Estas gafas son un bastón, porque sin ellas y al no poder ver los obstáculos, trastabillo al caminar.
Estas gafas son gotas humectantes para mis ojos. Sin ellas, debo apretar los ojos para que me arda menos y para ver mejor.
Estas gafas son el sol, porque son el resultado de días enteros leyendo toda clase de cuentos y revistas, con iluminación deficiente. Funcionan como parasol para otras cuantas personas fotofóbicas.
Estas gafas son un crítico andante, porque me permite leer las tapas de los libros, para llevarme a Poe y descartar a Coelho.
Estas gafas son un ángel guardián, porque evitan que firme mi sentencia de muerte.
Estas gafas son mi edad, porque el aumento crece por cada año que pasa.
Estas gafas son un accesorio de belleza, como los aretes, las bandas para el cabello, las manillas y los collares.
Estas gafas son un arma de seducción, porque hay hombres que se sienten atraídos por mujeres que usan gafas.

Sin embargo, piense en esto:

Si no se hubiesen inventado los carros, los problemas causados por la contaminación no serían tan serios, no habría borrachos atropellando gente, bebés muertos con dióxido de carbono, personas gordas y perezosas... Y se evitaría la necesidad de usar semáforos.
Cualquier persona, en su sano juicio, desearía poder valerse por sí mismo, sin necesidad de usar un bastón.
Todos quisiéramos ser cuerpos gloriosos, que no necesitaran pasar por el baño, comer, dormir, respirar, llorar, enamorarse, enojarse o enfermarse (y verse obligado a depender de usar alguna clase de medicina, aunque esta sea simplemente un frasco de gotas humectantes).
Nadie quiere hacerse a la idea de que, después de que inventaron los carros y algunos necesitan desechar bastones, residuos fisiológicos, envolturas de comida y frascos vacíos de gotas humectantes, el sol está comenzando a hacer daño. Los seres humanos no somos topos y nuestros ojos necesitan la luz, aún en pequeñas cantidades. A ningún fotofóbico le gusta llorar cuando siente la luz encima. Ahora, imagine esa luz sobre la nariz de cualquiera.
Si en el mundo no hubiese maldad, los que producen la gasolina de los carros no destruirían a su competencia con movimientos traperos solamente para conservar su imperio. Las personas servirían de bastones y nadie tendría miedo de ser robado. No existiría la diferencia social, por lo que todos tendrían acceso a un baño, una comida digna, un techo, una cama y aire puro. No existirían motivos para llorar de tristeza o enojarse. Sería un mundo en el que se vive amor. Un mundo con librerías que no vendan a Coelho. Un mundo en el que no se hagan sentencias de muerte. Los ángeles guardianes no tendrían empleo.
Cuando comienzas a envejecer, necesitas ir en carro a cualquier parte, que te ayuden a cruzar los semáforos, comenzar a usar bastón para recorrer distancias cortas, usar pañal porque ya no puedes llegar al baño, ingerir (sin gana) cosas insípidas, dormir a horas, respirar con ayuda, cambiar sentimientos por madurez, depender de muchos frascos y pedir ayuda para no firmar sentencias de muerte (o adquirir libros de Coelho sin querer).
Si occidente no hubiese impuesto unos desagradables ideales de "buena vida" y belleza, no existirían mujeres que alteraran su cuerpo para ser paseadas en carro. No habría mujeres abandonadas por la necesidad de usar bastón, porque su cadera, que fue el primer hogar de otros seres humanos, ya no soporta el cuerpo. No habría paseos constantes al baño para retirar algo que pudiese desagradar. No habría mujeres que comen menos para encajar en un grupo. No habría lágrimas en las almohadas de las mujeres rechazadas porque la genética no les favoreció. No habría diafragmas contraídos para disimular panzas prominentes. No habría necesidad de dañar los poros usando químicos antinaturales para disimular "defectos". No habría toneladas de ropa en la basura porque "ya no está de moda". Se evitaría el deplorable espectáculo de las mujeres que se tiran en la arena a recibir lesiones del sol, que porque esas lesiones son atractivas (ni existiríamos las otras, que usamos galones de bloqueador solar, para evitar parecer galletas cucas). No existiría rechazo hacia las mujeres de la noche. No existirían falsos consuelos entre las hojas de los libros de Coelho. No habría mujeres en la cárcel por firmar papeles sin leer. No existirían las cremas antiarrugas, porque aceptarían los inevitables cambios en su cuerpo. No se necesitarían joyas para verse mejor.
Los hombres, los mismos que se pelean en sus conversaciones por ver quién tiene el mejor carro, que abandonan a las mujeres que usan bastón pero piden comprensión cuando son ellos quienes se ven obligados a usarlo, que comen como mulas, duermen de más, no lloran porque no se creen humanos, tienen al mundo como baño, se dicen enamorados de una y de otra, no van al médico porque les da pena comentar lo que sienten, producen mucha basura (y se quejan de ella), atienden librerías en las que ofrecen libros de Coelho sin pudor alguno, se burlan de la mujer que fue a la cárcel por actuar siguiendo al corazón y critican a la mujer cuando ya no parece una modelo de revista, se creen con el criterio de elegir a una mujer por su físico. Peor aún: por un objeto que usa por obligación, porque está enferma (y, quizá, lo esté de por vida). Por creer que ese objeto es la garantía de que esa mujer es interesante. No todas las mujeres que usan gafas son listas, ni todas las mujeres que no las usan son tontas. Aquí es donde uno debe preguntarse si tanta parafernalia era realmente necesaria.

Es por este motivo que yo, Erika Mesa Díaz, no quiero a mis gafas y evito al máximo salir con ellas.

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