15 de septiembre de 2011

Mal Duelo

Si es la primera vez que lee este blog, por favor, sírvase en leer el Aviso al lector http://bit.ly/qHr03L

Hace unos meses, un ángel partió hacia la infinitud del cielo, después de un considerable tiempo de agonía. En la tierra, se quedaron sus tres nietas: Melissa, Stephanie y Sofía. Las dos primeras ya tienen uso de razón y adquirieron hace mucho la conciencia de la muerte. El día de la partida, ellas estaban a días de cumplir 17 años.

Aún hasta hoy, ellas la piensan, la extrañan y la llaman. Le escriben para contarle el dolor que sienten por su partida a manera de paliativo, porque un mal como este es imposible de curar, inclusive con los años. Aún anhelan de ella un abrazo, una charla o un consejo. Sí, saben que con llorarla no la van a devolver, pero eso no es impedimento para dejar escapar las lágrimas sobre las mejillas por causa de una persona que fue importante y es imprescindible para ellas. Es su sufrimiento y merece respeto.

Su situación me recuerda a la mía hace un par de años. La persona más importante de mi vida se tuvo que ir, porque su cuerpo, con la fortaleza de los árboles de los nevados, y su espíritu, siempre tan alegre y puro a pesar de los ratos amargos de una vida desafortunada, no podían soportar por más tiempo las heridas que abre el cáncer. Mi abuelita adoptiva (yo no pude disfrutar de mis abuelitas biológicas por diversas circunstancias) dejó este mundo en cuestión de días, aunque supo de su enfermedad durante meses y la enfrentó con el coraje que yo no hubiese tenido en su lugar. 

Las personas que me conocieron bien antes de que se fuera saben que no era (y, advierto, jamás volveré a ser) la misma persona que soy ahora. La niña de la dulce sonrisa se fue con ella, y quedó aquí una persona que apenas puede dibujar una mala imitación de mueca cuando supone que algo es divertido para la gente normal. La niña que luchaba con valor para llevar a casa un buen boletín de notas, para hacer sentir orgullosa a esa vieja que le regaló gran parte de sus últimos años, está encerrada en casa por bajo rendimiento académico. Aquel foco de buena vibra y motivaciones para las personas a su alrededor se convirtió en una enciclopedia sobre estrategias de suicidio. La niña que guardaba serenidad a pesar de la gravedad de los problemas en casa, ahora llora, grita y se enoja por todo. No hay nada de raro en golpear las paredes de furia o usar ironía con mamá o profesores.

Usé una buena terapia. De hecho, la misma que usan mis amigas hoy. De cuando en cuando, escribía para ella mis tristes sentimientos. Me permití llorar lo necesario. Esperaba, algún día, vaciar toda la amargura de mi alma para poder recuperar lo bonito que había en mí antes de todo esto. Seguir luchando, porque hay una vida por delante y todo eso.

En esta parte comienza la moraleja de todo esto. Por cosas de la vida, a mi lado se encontraba una persona mala. No exageraría ni me equivocaría al asegurar que es la peor persona del mundo. En ese momento estaba ciega de amor, mientras las únicas intenciones de esta persona eran las de limpiarse las manchas de sangre del corazón conmigo. Usarme, usarme y largarse. Hizo otras cosas que no viene al caso mencionar (me dedicó "Object", so consider this the hint of the century), con las que arruinó mi vida y mi cabeza. Entre esas, burlarse de mi duelo. Le parecía ridículo lo que hacía por calmar mi dolor. Como él no era capaz de amar a nadie que no fuera él mismo, no entendía el motivo por el cual una persona pasaba sus meses llorando por el alma ausente y la recordaba en cada uno de sus pasos. Obviamente, me lo tomé en serio y dejé de hacerlo, luego de una última ocasión, en la navidad de ese año que, por cierto, arruinó con más de sus malas acciones.

Mi inocencia inhaló una mol de cianuro al caer en cuenta de todo esto. Se rompió el encanto, dejé de amarlo de verdad (hace muuucho tiempo) y decidí vengarme. Desde desearle el mal a sus seres queridos (para que supiera lo que es una baja de esa gravedad), hasta coquetearle a alguien en público (con la expresa intención de lastimarlo, porque escogí a una persona que no se fijaría en mí ni aunque lo hiciera en serio y a la cual aprecio, pero no de esa forma), lo hice. Muchas bajas y heridos, pero lo hice y es lo único que me importa. Le devolví cada una de sus dagas (y, de corazón, espero que se haya muerto ya), aunque eso no me devolverá la pureza en el espíritu que pude haber logrado con el buen término del duelo que él arruinó. 

Yo soy el troll personal de las gemelas. Las molesto porque sí, porque no y porque también. Sin embargo, respeto mucho lo que hacen, porque ellas aún son bastante inocentes e indefensas. Yo espero que su dolor cese un poco cuando sea necesario, aunque les tome meses o años. La sensación de soledad, vacío y tristeza desaparecerá en cuanto la vida vaya tomando un buen curso para ellas, porque Dios les guarda un camino lleno de bendiciones. Jamás permitiría que las lastimaran en el alma. No quisiera que quedaran mutiladas por dentro, como yo.

No se trata de culpar a nadie, sino de mostrar lo grave que puede ser el mal manejo de un duelo. Si usted pierde a alguien que no puede recuperar, no tema expresar sus emociones. Las lágrimas limpian el alma y solamente usted sabe en qué momento puede dejar de llorarlas. Permítase liberar sus propias tensiones. Si usted es una persona cercana a alguien que atraviesa un duelo, acompáñela de corazón. Preste su hombro para llorar. Escúchela. Ella necesita la máxima cantidad de amor posible. No se ría de sus emociones. Llénese de paciencia si esto toma más tiempo del que usted creía. Las cosas bellas del corazón son gratuitas y sin stock limitado. Por último, si usted detecta que a una persona deprimida se le acerca otra con malas intenciones, meta mano y aléjela de ella. Se lo agradecerán en un futuro.

¿Olvidé decirte que aún te extraño?

No hay comentarios:

Publicar un comentario